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sábado, 9 de julio de 2016

LAS FUENTES...

Las Fuentes Brotantes, eran un lugar además de cargado de historia familiar, un lugar lleno de magia y de historia, no solo por la intervención del General Cárdenas para agregarlo como parque nacional en los años treinta, no solo porque ahí desemboca aun el único manantial proveniente del Ajusco; sino porque ahí suceden casi todos los eventos de mi vida en el sur, antes y desde antes; las fuentes son: la llegada de los antepasados desde Irapuato, las fiesta de cumpleaños de la infancia, los paseos en la vera de su lago esperando la salida del mitológico cocodrilo, la larga espera en la piedra encantada en espera de lo desconocido, las quesadillas y las mojadas en su riachuelo; las fuentes son todo; sin olvidar que ahí revise mi primer cinta de súper 8 mm cuando comenzó la era vintage, y de ahí salimos al cine a ver el reestreno de la película de Cantinflas, “El Bombero Atomico”, la película -de 1952- de la cual apenas hace días compre una serie de anuncios… que cosas, las fuentes siempre estarán ahí y su magia… también. 
Fig. 1. Uno de los varios carteles de cine 
comprados hace tan poco.

MAS DE FAMOSOS Y MÉXICO Y MIS RECUERDOS DE LA INFANCIA. . .

Vivir en el sur de la ciudad, antes, era una experiencia bastante cándida; era estar en un rescoldo que se oponía a la idea de pertenecer a ese monstruo llamado “la ciudad”; se podía aun caminar por en medio de la calle y realizar fiestas en los parajes de los bosques; andar en las empedradas calles del centro de Tlalpan y disfrutar la tarde en los prados de las “Fuentes Brotantes”… pensé en ello aquella vez que estando en un museo, en la exposición de los impresionistas, me deslumbraba por las obras de Monet personaje que jamás estuvo en México, aunque siempre quiso conocerlo, no solo por su afán del colorido nato de aquí, y por su deleite por las plantas exóticas del trópico mexicano, sino por su inquebrantable gusto por lo extraño… lo pensé entonces y lo recuerdo ahora que viene a mi mente las pinturas de Joaquin Clausell, de las Fuentes Brotantes, las pinturas impresionistas que realizo cual emulo de los paisajes de Monet, las inigualables imágenes de ese México que fue, de las Fuentes Brotantes,  si aquel pedazo de paraíso que la ciudad guardo para sí, aquel lugar de las mil añoranzas de la infancia, de las aventurillas de juventud y de los nostálgicos paseos después del estropicio. Monet nunca estuvo en México, pero Clausell, lo ligo con él, con el impresionismo y con la eternidad.
Fig. 1. Las fuentes, que vio Clausell.

INTERMEDIO DE COLECCIONES.

Durante esa gran época en que intentar hacer libros ocupaba todo mi espacio, muchas colecciones fueron abandonadas, otras inconscientemente guardadas y otras mas generadas; este periodo que duro solo unos años y que en realidad fue paralelamente “el primer estropicio”, estuvo enmarcado por todas las cosas que vivía con mi Abue, por todos los paseos por muchos barrios de la ciudad, muchas platicas de antiguos revolucionarios, mucho conocimiento adquirido en los museos; vivimos juntos el caminar mucho y el planear futuros que en mi infancia, eran idílicos, compartimos por casualidad, en estricto apego a la historia real, una colección de monedas mexicanas, que fue creciendo poco a poco, llenándose de elementos nuevos-viejos cada vez; la colección de monedas, corrió paralela a una pequeña colección de cromos de paisajes mexicanos que adornaban la parte trasera de las cajetillas de los cerillos “Clásicos” de “La Central”, colección que por otro lado parecía secundar a la colección de tarjetas postales -para ese entonces ya consolidada- y a una incipiente colección de artesanías, que había nacido justamente como añadidura a los cromos. Muchas cosas ocurrieron por ese entonces, la vida estaba a punto de pasar a otra etapa.