El
día que fuimos a ver la réplica de la Capilla Sixtina, pasaron muchas cosas,
muchos recuerdos llegaron a mi mente, pensé desde luego en aquella ocasión en
que de niño, fui con mi Abue a conocer la ciudad; habíamos bajado del Pueblo de San Agustín de las Cuevas en el Sur de la Ciudad, hasta la calzada de Tlalpan y de ahí al metro Taxqueña,
y luego al metro Zócalo y de ahí muchos lugares por conocer, pasamos por
las calles alrededor de la Catedral, caminamos por las calles de Tacuba y
llegamos hasta la Alameda, ahí estuvimos en la antigua Pinacoteca de la Ciudad
y luego por la Avenida Reforma hasta la Plaza de la Republica y el Monumento a
la Revolución.
Ese día, aun con tiempo y mi Abue aun con fuerza y ánimo, caminamos
por esas calles de la colonia Tabacalera, tan tranquilas por aquellos días; luego en la esquina de la calle Ponciano
Arriaga, aun se levantaba majestuoso el "Frontón México", aquel templo para el "Jai-Alai",
inaugurado a finales de los años veinte, durante la cúspide del Art-Deco; escucho de mi Abue, largas anécdotas de los años veinte y treinta de gente famosa de políticos en ciernes y de
casos policíacos, sentados en la banca de piedra volcánica de la Plaza frente
al Frontón México . . . los años transcurren, y aunque pasé muchas veces en mi vida por ahí,
casi nunca me detuve a observar el paisaje o a escuchar anécdotas pasadas;
salvo aquella tarde, después de la visita a la exposición de la réplica de la Capilla Sixtina; observo con calma una vez más el emblemático edifico Art-Deco,
ahora un referente mas para la historia, ahora caído en desgracia, y una vez mas, testigo de las cosas que ocurren en mi vida, el Art-Deco llegó para quedarse, pero el Frontón México, quien sabe. . . son días de Art-Deco, de recuerdos, de tristeza en realidad.
Fig. 1. Así estaba aquel día.