Fue el día de caminar mucho, con
el quemante sol de diciembre encima y el polvo flotante del camino. Estaba
buscando una vereda, una ruta; el destino quizá estaba ya trazado; ese diciembre
quería regresar a casa, aun cansado, aun con sed, aun con sueño; estaba
dispuesto a sobreponer encima de todo, mis anhelos, mis deseos y el
ansia y la sed por volver.
Camine de todo el día, viendo mi
sombra, de sur a norte de oriente a poniente, entre calles y prados, sin tomar atención
de casi nada, solo buscando el camino, solo encerrado pretendiendo escribir una historia
de ese día, una historia que pudiese ser contada después, en una mesa de café,
en una banqueta, en el asiento de un auto, en un jardín; una historia que dijera muchas cosas, muchas peripecias,
notas divertidas, cosas entretenidas, pero que ocultamente dijera algo de mí;
porque estaba cansado de quejarme y solo quería gritar ya; solo quería dejar de
estirar la mano y adelantar yo mismo la carrera.
Y en ese enorme camino, largo,
en que gran parte de las pesadillas quedaron abatidas, también levante parte de
lo que el pasado parecía que se había encargado de olvidar; al ver unas hojas
impresas tiradas, mojadas, resquebrajadas, pensé en los viejos libros y sus
bonitas ilustraciones, las grandes aventuras y los cromos coloridos que
encerraban sus páginas, la aventura del conocimiento esperando ser vivida; y pensé
en muchas cosas que se presentaban en ese camino: las piedras recogidas por el
mundo, las cintas de cine de historias pasadas, los barcos y su terminología divertida;
y también pensé en mi pequeña colección vintage que me esperaba en casa, triste
de haberla dejado sin avisar; sin ser escuchada, ni vista, sin jugar con ella.
Por mi mente pasaron entonces
los grandes planes, los grandes anhelos y los grandes sueños. La colección vintage,
la colección de libros, la colección de música, la colección de todo, nada de
eso era la meta, la meta estaba cuando me recuperara a mí mismo, y pudiera volver a
divertirme escuchando una gran canción, leyendo una preciosa página, viendo una
gran película, volver a divertirme como en el “pasado”, por el sencillo hecho
de hacerlo.
Y recorrí el trecho largo que aún
me separaba de casa, ese largo camino a casa de ese día de mucho caminar con el
sol quemante de diciembre y el polvo flotante del camino.
Y después, al llegar no hice
nada, solo supe que había vuelto y solo deseaba
ya no olvidar nada.
P.D. Que cosas, por poco olvido
que lo
único que realmente nos pertenece es
nuestro “pasado”.