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lunes, 3 de diciembre de 2012

LA HISTORIA COMIENZA 12 . . . .

Fue en la época del gran eclipse del  México de los noventas, fue mi deseo y mi intensión y mi pasión de ese tiempo los que me llevaron a pasar un examen terrible para poder acceder al taller de telescopios de la facultad de ciencias para hacer mi propio telescopio; fueron mil horas de trabajo sobre el borosilicato, para poder obtener un espejo esférico que me permitiría mirar a la luna, a las estrellas y  al universo, fue una época tremenda  que me llevo al tianguis de la Lagunilla para buscar un lente ocular de segundamano para poder tener a punto el telescopio para ese junio de los noventas, y fue mi maestro de telescopios, el que me revelo el secreto.
Camine por las calles de la colonia Guerrero desde el eje uno norte –Granaditas, Rayon, Alzate, Mosqueta, etc- hasta Reforma para encontrar por primera vez en la vida ese lugar en donde había de todo: recuerdo los discos, y los candelabros, las sillas Luis XV y las pantallas de cine, lo abrumador del ambiente y lo hosco de los vendedores, recuerdo mi telescopio precioso y recuerdo los años que lo separaron de el día en que unas visitas llegan a mi casa mil años después, se sientan en la sala, y la departición comienza, carnes, queso, vino y platica y luego de ver el amontonadero en que ha comenzado mi colección vintage me comentan: porque no vas al centro, hay muchas cosas de estas. En donde es, pregunto,… en la Lagunilla, me indican….. los recuerdos de mil años antes llegan de inmediato,,,, el cometa, la luna mi telescopio, la Lagunilla, las antigüedades; la departición sigue entre libaciones, risas y canto hasta entrada la madrugada, se van; me dejan una inquietud…. Regresar a la city, al mundo que esta  atrás de los cerros, a la Lagunilla.
Días después, llega mi papa y armado de valor por ello –mejor dicho por su compañía- me arriesgo a ir al lugar en donde las leyendas dicen, no hay que ir, al menos no solo…. Vamos todos en tropel, evaluamos mal la información caminamos del otro lado de la acera, del rio, en la otra colonia, del mundo, no encontramos nada, regresamos rápido a desayunar al norte, contentos todos por la visita a la city, yo frustrado, rio de compromiso en el restaurante.
 
Pasan algunos días, papa en casa de vacaciones, muchas platicas, mucho llenarnos, mucha emoción, mucha historia; papa se va un domingo, para no regresar jamás. Nos deja muchos días de diversión y de recuerdos, me deja mucho dolor en el corazón, mucho desasosiego, muchas ganas de correr; regresamos del aeropuerto en mal estado, nos vamos por el circuito, damos una vuelta equivocada pasamos por reforma a lo lejos veo una vez mas los muebles Luis XV. Me voy a casa.
Unos días después, siete días después, una semana después, cumplo años una vez mas, como cada año. Papa no esta para darme un gran abrazo, mejor será ir a pasear, subirse a un camión al metropolitano al suburbano, a donde sea, y así y sin mas decido pasar mi cumpleaños en el centro de la ciudad, en las calles del norte, en los barrios bravos tepiteños, y así y sin darme cuenta, llego a la esquina de Reforma y Rayón y caminamos y una historia esta a punto de comenzar,, ahí están los muebles Luis XV, y los radios, las pinturas, los juguetes, los proyectores, las cintas, los discos, la historia.
Fue un gran día. Había entre todas las cosas ahí mostradas un radio de baquelita Telefunken, que en ese mismo día esta ya sintonizando estaciones  en mi casa, me lleva de inmediato a los días de fiesta de mi infancia, con el estéreo magnavox a todovolumen, con los discos que acaban de llegar, música del mundo, acordeones alemanes, la música de mi infancia y de mi vida por siempre. Papa esta ahí, en la distancia, para celebrar mi cumpleaños, para comenzar la historia, en realidad jamás se fue.
Fig. 1. La entrada al puente Art-Deco-Nonoalco-Tlatelolco
en noviembre del 2011, el dia que regrese a la Lagunilla