Mi hermano había venido de viaje, solo unos días, por
lo cual fuimos al sur de la ciudad a visitar a los familiares que aun vivian ahí;
estuvimos todo el día con ellos; para la tarde decidimos salir a caminar por
esas calles que vieron correr nuestra infancia, calles que esencialmente eran
iguales a las que yo había visto muchos años atrás. Y entonces así caminando
fue que vi el tesoro, era una vitrina de madera, vieja, muy vieja, parecía
tener cien años, aún conservaba sus cristales, tenía pegados en ellos algunas
calcomanías de décadas pasadas. Estaba recargada en la pared de una de esas
casas de piedra que aún hay en el sur de la ciudad, casas de piedra del volcán
que había hecho erupción hacia tanto, no cien años, sino mil; y ahí estaba
recargada, y ahí estaba yo tocando a la puerta para preguntar si acaso la
vendian; una señora sale a mi llamado, y me da la gran noticia: de hecho están por
tirarla, por lo cual si quería llevármela les ayudaba; ¡Que felicidad!, pero
como me la llevaría, se veía de inmediato, que la reseca madera debería pesar más
de lo que mi enclenque cuerpo podía cargar hasta la casa de mis familiares. Mi hermano
llama mi atención, que una camioneta de materiales está cerca de ahí; vamos a
ver si nos pueden llevar la vitrina, el conductor esta sentado al volante, y
nos dice coloquialmente:
-“Bueno pero nos
da para el refresco”.
La camioneta se acerca hacia la casa, y entre el
conductor, su ayudante y mi hermano, suben a duras penas la vitrina la
recuestan sobre la batea de la camioneta, en tanto la señora me dice que tiene
algunas cosas mas que va a tirar, por si las quiero; así que con algo de intriga
entro al comedor de la casa aquella; en unas tinas de plástico hay muchos
trastes y utensilios, se ven muy viejos, la intriga se convierte en emoción,
cuando comienzo a ver lo que parecen unas piezas de ese famoso vidrio blanco
mexicano; comienzo a revisar, cuando entra mi hermano y me pregunta si acaso ya
nos vamos, pues los de la camioneta solo estaban de paso; yo absorto, le digo
que me ayude rápido a revisar; mientras la señora acaba de sacar otras tinas
con objetos varios, que si quiero buscar ahí también, que todo eso lo tirararán,
le digo a mi hermano que mejor nos llevemos las tinas completas, tomamos una
cada uno y al acercarnos a la puerta, llega la tragedia: “La camioneta ya no está”. Dejo
la tina y corro hacia la calle, se ve una polvareda doblando una esquina, quizá
sea la camioneta huyendo con lo que ahora ya solo es parte del tesoro, corro lo
más que puedo, tropiezo con un pedazo de tronco que esta a media calle… despierto de la Pesadilla. Ya no puedo
volver a conciliar el sueño, me quedo con mucho coraje, sin vitrina, sin objetos antiguos, pero con sueño.