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lunes, 14 de mayo de 2012

POLAROID SERIE 300

Hable con un fotógrafo de prensa y me dio algunos secretos sobre las cámaras polaroid, cargamos una cartucho nuevo FP, tire del obturador... la magia llegó.

Fue ese día larguísimo en el centro de la city, mientras la vida ahí cobraba un ritmo de vértigo, preparándose para los eventos que ocurrirían ese día de celebración. Era una ciudad brumosa, a punto de desatar un incesante calor sobre los transeúntes ajenos que invadían su terreno. Eran calles y edificios enormes, antiguos, expendios de mercancias con adornos floridos, de oropel, tiendas de telas con olor a naftalina, comedores enormes con nubes de grasa en sus portales, comercios de todo, gente de afuera, toda, pues en realidad nadie era de ahi, y era un dia muy esperado ya.

Fue una mañana de espera por el experto. Que luego de horas llego.
Y Finalmente, era una POLAROID serie 300, que había esperado por mi todos estos años, escondida de manos extrañas que quisieran hacerle daño; agazapada entre cámaras de todos los formatos en una vitrina, junto a otras polaroids que habían sido utilizadas para las cuadricopias infantiles afuera de las primarias mexicanas, de viejas cámaras de 35mm directo y algunas de formato electrónico; cuasi modernas cámaras digitales de la primera generación con resolución VGA, memorias de almacenamiento por millares, magazines, lámparas, tripies, hojas de impresión por cientos, químicos caducos para revelar película en color, una ampliadora de gran formato alemana, con las clásicas adaptaciones electrónicas a la mexicana.
Enfoqué la cámara de acuerdo a la instrucción  de Herrera, en una hermosa toma; la película se sobreexpuso, solo salió un sinuosos numero al fondo; la toma se repitió, con una velocidad mayor, menos luz, mejor enfoque.
Llegue por la tarde al norte de la ciudad, tire del obturador muchas veces, espere los minutos sugeridos en la tabla adjunta, las imágenes mágicas salieron una a una  como en aquella ya lejana época de mi antigua polaroid de ultima generación “One step”, aquella que no necesitaba de tirar de la cinta del fotograma y retirar el negativo de papel; aquella comprada de manera rutinaria  a principios de este milenio, cuando aun la fotografía analógica dominaba al mundo; cuando pensar en imprimir una fotografía CGA, tomada con una enorme cámara digital, se veía tan lejano.

Me fui a casa con mi polaroid serie 300, deseando no separarme de ella nunca mas, mientras los cartuchos FP se siguieran produciendo.