Me
acuerdo, si me acuerdo. . . cuando nos llevaron al hoy desaparecido cine
“Palacio Chino” a ver la película de King Kong, no sé porque lo recuerdo si aún
era un bebe, menos aún se cómo fue que me dejaron entrar y aún menos sé cómo es
que si me acuerdo; sobre todo porque lo que siguió en mi vida solo son
recuerdos de una ternura inconmensurable: son los primeros días en el pueblo de
Tlalpan aun con caballos y establos, son los días sentado junto a Abue lavando
la ropa y las entrañables salidas al mercado, de compras, de paseo, y muchos
King kongs de plástico inflado mexicano con su “Jane” adosada al hombro de juguete y yo jugando mucho; y luego, muy poco
después, los locales de juguetes en el mercado se llenan de unos muñecos raros,
un humanoide negro con algo como un bastón rojo; luego llega a mi mente que por
esos días veo en la tele un anuncio del cine, una nueva película, la historia está
por comenzar, veo a ese mismo humanoide
del mercado en el anuncio de la tele brincar sobre una plataforma atacando a un humano y luego
unos robots y luego el silencio de los años…
Fig. 1. Aspecto del personaje humanoide.