Por años Querétaro significo para mi la parada para desayunar en el largo viaje al bajio mexicano, el viaje familiar de todos los años, las vacaciones de verano. Por siempre fue recordado como un abrupto paisaje con un acueducto de un lado y un estadio del otro; jamás deje de verlo como eso, como un lugar de calor y polvo. Hasta ese año pasado en que por cuestiones de mi flamante nuevo empleo tuve que salir corriendo a un congreso, una reunión, a un salón con aire acondicionado para mitigar ese insano calor de mayo. Y luego de muchas horas de hablar de cosas que ya no recuerdo, llega una invitación de los organizadores para ir al centro de la ciudad, una obra de teatro es la consiga, así es que en tropel bajamos todos a uno de los callejones cerrados de la ciudad caída ya la tarde y la suerte juega sus cartas, decido en segundos escaparme mejor, darle una oportunidad a la ciudad y caminar por sus calles.
Mucha actividad esa noche, y camino mucho, , hasta la madrugada quizá, hasta ver salir el sol de nuevo, es emoción y aventura y es entonces cuando me enamoro para siempre de Querétaro, para no querer salir jamás de ahí.
La siguiente cita, programada para Septiembre, es cuando menos "superesperada", no hay mucho que decir, preparo todo para ese fin de semana en Querétaro, y salgo de casa con el animo prendido en que esta vez será sorprendente. Y así fue.
Llegar a Querétaro, hospedarse, conocer nuevas cosas, deambular por un rincón lejano de la ciudad y tropezarse con el comienzo de la historia. . . Es un local, un enorme local de objetos antiguos, la cantidad es insuperable para lo que he visto antes, las cualidades inmensas, mi desconocimiento es casi total; hay discos, hay cámaras de cine, de fotografía, hay charolas, hay planchas, hay juguetes, hay todo.
Una mesa se desborda de una colección de cámaras que no son de metal, ni del clásico plástico negro (PVC; HPTE; etc), su tamaño pequeño, su formato raro; algunas para cuadros 6x6 otras para cuadros en 4.5x4.5, todas en ese plástico rojizo oscuro y un metal ya oxidado por el tiempo; la Baquelita entra por primera vez en mi vida de esa manera tan extraordinaria; la Baquelita que para mi por años fue la materia prima de los "enchufes" de la plancha de mi casa al sur de la ciudad, en las tardes lluviosas en los juegos de cuando éramos niños, platicas de los Abuelos sobre las glorias pasadas; los “soquets” quemados, tras un cortocircuito repentino, que los hacían quebradizos, frágiles, irreparables; la Baquelita se encontraba aquí, al menos así lo indico la vendedora: Es una Brownie de los 60, de Baquelita, dijo, sabiendo de seguro que profería las palabras mágicas, casi un conjuro que me acompaño esa noche primera del mundo Vintage mio, que me puso frenético, para seguir estando ahí, seguir viendo, deseando; saliendo de Querétaro con mi Brownie Fiesta, la plancha de carbón, el rollo de pianola.
Regresar a México, con un nuevo objetivo, un nuevo modus vivendi, con nuevas metas, con mucha información por conocer, con muchas historias por escuchar y muchas mas por contar.
Llego a casa, instalo mis objetos adquiridos en Querétaro y busco afanosamente la caja en donde yace una antigua cámara desmantelada hacia años y que esperaba para ser re-ensamblada… la historia estaba a punto de comenzar.
Fig. 1, La Brownie Chiquita.(Kodak)