Nos sentamos en la sala
de mi casa, mientras la aguja recorría el disco de Will Glahe; eran mediados de
ese marzo infernal y yo sin saber que aún faltaba lo peor; sin embargo, una vez
más la magia de estar con Papa y mi Hermano dio un respiro a la vida. De pronto
esa sensación de estar protegido regreso, esa sensación de fiesta de la
infancia se volvió a vivir, y esas pláticas que jamás terminan, llenaron ese
sábado por la tarde en la sala de mi casa.
Papa evoco todo lo que
recordaba, y aun se tuvo el aplomo para
hacer planes para un eventual futuro juntos. Los tiempos ya habían
cambiado mucho, la emoción solo duraba el par de caras del disco.
Algunos días después,
mientras estábamos en el último concierto que dieron los Rolling Stones en
México, llenos de emoción rockera, conseguí un souvenir que quizá con el tiempo
se convertiría en un Vintage, de no serlo, me recordaría para siempre esa tarde
con Angel y mi Hermano.
Papa y mi Hermano se
fueron el viernes santo por la mañana… había querido volver a poner el disco de
“La Tour de France”, y muchos más. Pero como siempre pasa, las prisas llegaron,
los imprevistos, la chapa del baño atorada… salimos corriendo rumbo al
aeropuerto. Deseaba con todas mis fuerzas que jamás se fueran.
Fig. 1. El Vintage para el futuro.
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