Para principios de
febrero la vida se había complicado, quizá mucho o muchísimo, el aire estaba
enrarecido y las ganas de seguir comenzaron a desvanecerse; algunas semanas
después recibí la llamada de la Paz, mi
Papa Y mi Hermano vendrían. Para principios de marzo, justo antes de que
llegaran, las esperanzas de una vida mejor estaban prácticamente canceladas.
Fuimos por ellos al
aeropuerto, aquella tarde del segundo día que el huracán ataco a la ciudad con
toda su furia. La visita era rápida un par de semanas, algunas compras, algunos
compromisos, nada prometedor; sin embargo fue todo lo contrario: fueron días sumamente
intensos, sumamente valiosos, llenos de energía y de fuerza energizadora, fue
la oportunidad exacta para revalorar las galerías Vintage para mostrar todo lo
atesorado. Fue cada noche sacar un álbum, prender un radio, recordar algún juguete,
ver una película, escuchar un disco… fue sencillamente una bella época para
vivir.
Fig.1. El desastre en que quedo.
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