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viernes, 13 de marzo de 2015

MILAGROS Y MINIMILAGROS . . . .

Fue en esos días en que el tiempo no alcanzaba para nada, por más temprano que me levantara, por más tarde que me acostara, por más rápido que caminara, por más pronto que lo intentara; sencillamente el tiempo no alcanzaba; de tal manera que los últimos días de búsqueda de tesoros, eran prácticamente días de correr; significaban solo ir a los lugares en los tianguis o en los puestos de la calle en donde se sabía que la búsqueda podría no ser infructuosa; y justamente en uno de esos días, mientras corría de un extremo de un tianguis al otro en el  norte de la ciudad, algo llamo mi atención en un pequeño puesto tendido en el piso; era un numero de la revista minimilagros, un número que yo ya tenía y por lo cual no lo compre, aunque no pude evitar quedarme un momento, darle una hojeada, solo unas páginas, y entonces tal como en ocasiones anteriores, esa pequeña revista y esa pequeña hojeada me remiten al pasado a los recuerdos de mi infancia temprana, a esos días que en particular me parecía que siempre estaban llenos de roció por la mañana, bruma por la tarde y una sensación de ternura que debió ser perene, y así instalado en los recuerdos de esos días que fueron, vuelvo a mi pasión de aquellos tiempos, a la lectura de las pequeñas historias contenidas en los capítulos de esa revista; revista que en ese tiempo coleccionaba con una pasión sinpar, capítulos que en esa época eran mi única colección y que apenas estaban contenidos en una pequeña caja de zapatos. . . los capítulos de mi pequeña revista, una de las muchas pequeñas revistas que alcanzaron gran éxito por aquellos tiempos, quizá por su tamaño (7 x 11 cm, justo para caber en un bolsillo), o quizá por su contenido; o quizá sencillamente porque ese formato estaba en contra del statu quo de las otras revistas, o quizá quien sabe. . . recordé eso mientras seguía hojeando ese capítulo de la revista, y recordé varios pasajes de esa historia intocable ya por nada, recordé los capítulos históricos de mi revista, aquellos números del minimilagros que narraban hechos bíblicos o vidas de santos, o relatos de apariciones legendarias, y muchas cosas más; y siempre, invariablemente, pensaba en mi numero favorito, aquel que cambio mi vida de niño: el relato de la historia de la “Virgen de Tlalpujahua”, esa historia del pueblo minero que sufrio un accidente y del cual el altar de la virgen pudo milagrosamente salvarse. . . eso, siempre estuvo en mis pensamientos, por años, como ese día en que corriendo por el tianguis vi ese número del minimilagros en un puesto tendido en el piso. . .y entonces decidí mejor ya irme, la mañana había estado perfecta, el ambiente irrepetible, los recuerdos de arrojo. Tome entonces mi mochila ya súper cargada de tesoros y tome el camino rumbo a mi auto, que esperaba paciente para llevarme a casa y hacer esa parte que se había vuelto tan apasionante: limpiar cada objeto, probar aquellos que tenían algún mecanismo, tomar su fotografía para el catalogo, llenar su ficha de identificación, tomar las notas pertinentes de las cuestiones que llegase a desconocer para indagar sobre ello; y mientras ese camino tomaba, al final del pasillo de aquel tianguis, un pequeño puesto me espera; tiene varias monedas mexicanas de los años sesentas y setentas y un papel azul llamativo, un billete, no es oficial, es un pagare a modo de “vale” para las tiendas de una fábrica, de una mina; es un billete de la mina “Dos Estrellas”, la mina de Tlalpujahua, justo la de la historia narrada en ese capítulo de mi revista, mi capitulo preferido. Los milagros siguen existiendo.
Fig. 1. El Vale por un peso de la mina 
"Las Dos Estrellas"

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