Esa
última vez que fuimos al sur de la ciudad de México -al “sur” como
sencillamente le llamo- además de hacer un día tan inolvidable... evoque viejos
pasajes del pasado, había tanta historia de la ciudad, de la familia y mía
propia, en cada una de sus muchísimas hectáreas de terreno, en cada metro de
camino, en cada árbol, en cada cabaña, en cada rincón, en cada vera, en cada
brecha, en cada cañada, en los muchos años -todos- que viví ahí.
De
escribirse cada anécdota, cada experiencia, cada aventura, cada coincidencia o
milagro ahí vivido, haría falta mas que un blog…
Entramos
por el acceso principal, en esa área que antiguamente se llamaba “explanada de
la niñez”, y en cuyo frente, hoy se yergue majestuosa la casa de la Cultura de
Tlalpan.
Estuve
contemplando una vez mas su monumental belleza, los finos trazos de su construcción de la era porfiriana,
muchos recuerdos llegaron de pronto, había sido increíble ver ese tremendo
edificio, desmantelado en lo profundo de la parte del sur
del bosque, mientras aun era niño; íbamos al bosque casi con cualquier
pretexto: para hacer una fiesta de cumpleaños , para festejar un triunfo, para
acordar un enlace, para pasear una tarde de Domingo, para esconderse o
sencillamente para poder ver hacia adentro.
Las piezas de la fachada de la Casa
de la Cultura, llegaron poco a poco al sur del bosque de Tlalpan, no fueron
colocadas bajo resguardo, fueron prácticamente desechadas, olvidadadas a su
suerte, muchas piezas fueron colocadas en las veras del "circuito de la montaña",
las piezas mas grandes, en lo profundo del "bosque de los eucaliptos", algunas
mas cerca del nacimiento de la "cañada
central". Por años, se encontraban estas piezas de una manera insospechada, se
tropezaba con ellas, se les utilizaba a guisa de mesa para hacer los
emparedados del día de campo; por años, me hicieron creer, que eran vestigios
de una de las civilizaciones que sucumbieron al volcán Xitle; hasta que un día
a mediados de los años ochenta, comenzaron a bajarlas a la "explanada de la
niñez"; recuerdo haber visto que las limpiaron con arena a presión, se decía que
al mítico arquitecto Don Pedro Ramírez Vázquez se le había encargado su
reconstrucción. Para ese momento y mas aun para hoy en día, casi nadie sabia
que en realidad, esas hermosas piezas labradas, habían sido parte del "Edificio
de las Bombas" que estuvo en Tacubaya desde inicios del siglo veinte y que
después de dejar de funcionar, fueron trasladadas sus piedras al recién
inaugurado bosque de Tlalpan en los años setentas.
Pensé mucho en esa pequeña historia de lo que fue la Casa de las Bombas, mientras
caminábamos por la Ruta de la Montaña, viviendo un día para la historia,
mientras escuchábamos el canto de muchas aves, y buscábamos a los escurridizos
gorritos del árbol de eucalipto.
En
realidad, la casa de las bombas que creo el arquitecto Mario Pani, en la época
porfiriana, solo aporto la fachada del Centro Cultural de Tlalpan, las demás
piezas se dejaron arrumbadas todavía, en espera de ser redescubiertas, o quizá
para seguir alimentando la imaginación de los niños que las ven a su paso; tal
como hacia muchos años, cuando de niño pensé llevarme una pieza para un
análisis arqueológico. Ese día ultimo que fuimos al Bosque, pensé en llevarme una pieza para mi colección de
antigüedades, pero tal como antes creí, esas piezas, solo pertenecían al Bosque y a la Historia.
Fig. 1. Últimos vestigios de la casa de las bombas en el circuito de la montaña.
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