Cuando era niño, mi abue me contaba muchas cosas de la
época de la Revolución Mexicana, muchas leyendas y datos históricos, muchas
epopeyas, fantasías y ensueños; cuando esta guerra armada estaba en su pleno
apogeo, el tenía la misa edad que yo tenia cuando me contaba esas historias y cuando
comenzamos nuestra colección de Monedas Mexicanas.
La colección estaba en una bolsita de
tela que había sido de un perfume y tenia una jaretita con un cordón dorado. La
colección estaba resguardada en el bolsillo de mi pantalón, eran unas pocas
monedas que me encantaba estar admirando, eran monedas de los años sesentas y
setentas, muy diferentes a las de uso corriente que yo conocía: la gran pirámide
del sol de la moneda de veinte centavos, las espigas en la moneda de un
centavo, la balanza en la de veinticinco. La colección crecía muy despacio, a veces pasaban semanas sin ninguna nueva adquisición; un día llego muy emocionado a contarme que uno de sus amigos lo había invitado a su casa a comer
y que había visto que en una vitrina de su sala de estar tenía en un cuadro,
unos billetes antiguos y muchos “Tlacos”; me acorde entonces que en uno de mis
libros de Texto Gratuitos, había una vieja canción de la época de la revolución que hablaba
de los “Tlacos”; pero yo no sabía que eran esos famosos “Tlacos”, así que mi
abue me explico que en esos ya lejanos tiempos, había unos “cartoncitos”
que servían como moneda de cambio, pero que no los aceptaban en todos los
lugares, porque se imprimían básicamente en las haciendas y luego por los
mismos Jefes Revolucionarios; a estos cartoncitos, les llamaban "Bilimbiques", pero también
en muchos lugares “Tlacos”.
Recorde todo eso, este fin de semana cuando le di el dinero
al vendedor de la Lagunilla, y me entregó “Mi Tlaco”, El bilimbique que
tanto prometió llevar mi abue a la colección, pero que jamas pudo conseguir.
♪♪♪…Cómprelo,
cómprelo, llévelo;
♪♪♪…Hay
de a Tlaco y de a Tostón…
Fig. 1. El Tlaco, colocado con un teclado de computadora
para comparar su tamaño
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