En mi adolescencia cuando leía muchos
libros a velocidad
de vértigo,
pensaba casi siempre al terminar un
buen capitulo o un buen libro que,
al leer,
en realidad encontrábamos parte
de nosotros mismos en la lectura;
tiempo después y aun ahora pienso que,
al escribir, no escribimos para los demás,
sino para encontrar parte de
nosotros mismos
en la escritura.
Pensé mucho en aquella reflexión cuando me senté a
seguir escribiendo aquella noche de sábado por la noche, cuando regresamos del
cine; y lo pensé, porque sencillamente quería lograrlo, quería que la escritura
me diera fuerza para poder vencer mis miedos y enfrentar a los demonios que ya
tenían que irse de mí, lo había intentado todo este tiempo que había estado
escribiendo libros notas y mi querido blog, y aunque al principio los documentos que lo conformaban eran casi siempre técnicos, ahora en esta etapa de
introspección, quería seguirlo intentando; pensaba en ello, y en los días pasados
cuando en casa con mi computadora y mi delicioso té, solo tenía en mente seguir
escribiendo, escribir lo más posible, escribir a velocidad de vértigo, seguir dejando que parte de mi “yo” real saliera,
tal como ejercicio del “grito primordial”.
Pensé también en ello, cuando me di cuenta que de
publicar en mi blog lo escrito al menos en la última semana, llenaría páginas
enteras, por semanas enteras, , entradas amplísimas de cosas que me parecían interesantes.
Lo pensaría,
lo leería y quizá lo decidiría después, a pesar de todo, no sabía si valía la pena,
todo aquello.
Fig. 1.
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