Parecía
increíble que tanta gente se aglomerara de una manera tan descomunal sobre un
personaje cuyo único merito era salir en la tele, sin glamour, sin conciencia,
sin verdadero conocimiento; totalmente obstinado, monetizado, altanero,
soberbio, y un largo etcétera en contra. El evento, en el mismo tenor: algunos
“afortunados” con un autógrafo, otros con una foto, otros, con nada.
Las
ovaciones: a la mexicana; alabos, casi apologéticos.
Fue raro:
la emoción sincera de los niños; el descaro por perder el tiempo en algo "de
moda" de los grandes, la tristeza por la injusticia de algunos. Así seguirá
hasta el final.
Pensé en eso, mientras recordaba los extremos obtusos de esos capítulos en la tele: cuando le fue añadido un reproductor dvd a una television de bulbos de los años cincuenta, o cuando fue sustituida toda la chapa de una consola por placas metálicas, los aerografos encimando pintura sobre la pintura original de carteles, maquinas y juguetes, etc, etc, etc. pensaba en eso, pero también pensaba en mis carpetas de registro de mis colecciones vintage, que acababan de morir. Eran días para estar triste.
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