. . . Y MUCHOS RECUERDOS.
Estábamos afuera de la iglesia de “La
Fama” ese lunes en que fuimos al sur de la ciudad; la ceremonia religiosa había
recién terminado; estábamos platicando con mis tíos, había muchas cosas por
contar, pero muchas más para recordar.
Pensé en eso cuando escribí el
documento anterior de mi blog, pues mi tía con la que platicábamos, era aquella
que en mi infancia me había regalado el viejo estante portadiscos, que yo utilicé
por un tiempo para resguardar mi colección de LPs.
Y una cosa lleva a otra y otra a otra entrelazándose entre los hilos de
la historia;
pues la plática de aquella tarde en
el sur con mis tíos era en la Plaza de “La Fama” que por décadas había
estado adjunta a lo que fue la Fábrica de hilados y tejidos “La Fama Montañesa”,
nombre que ahora dice muy poco pero que por más de cien años fue un emporio
industrial del siglo XIX, tan es así, que en parte condujo a la modificación
del sur de la ciudad para pasar a ser de un territorio rural, a uno industrial,
con “La Fama” en la vanguardia desde los decimonónicos años treinta, seguida
por las fábricas de papel de Loreto y Peña Pobre en las décadas siguientes; fábricas
que además de impulsar sendas industrias, facilitaron la urbanización de la
zona, con repercusiones importantes principalmente al manantial de las “Fuentes
Brotantes”, que paso a convertirse en un delicado riachuelo; del riachuelo y sus fuentes y sus árboles
y cañadas fue de donde salió la inspiración popular para desarrollar una serie
de leyendas Tlalpeñas, como aquella referente a la Piedra encantada; pensé en
ello después de que se fueron mis tíos y nos quedamos un rato más en la Plaza de La Fama, viendo la vieja piedra de molino que estaba expuesta al público,
para recordar quizá los tantos pesares que los fundadores tuvieron que
sobrellevar, o quizá para que cada quien sepa la carga que lleva o quizá simple
y sencillamente para acordarse de cosas del pasado.
Anduve desde el barrio de las Camisetas y La Lonja
hasta la parte más alta de la cañada de La Lobera de San Agustín al final de la
colonia Miguel Hidalgo, pasando por La Fama y sus alrededores: a pie, en
bicicleta, en carro, corriendo y despacio, con sol, con aire y con lluvia, aveces en chubasco y aveces disfrutando esa lluvia apretadita que
caía en mi mocedad en el sur de la ciudad, disfrute cada palmo de lo que
quedaba del sendero de las Fuentes Brotantes y su manantial, me subí a la Piedra Encantada, de dia, de noche y de media noche. Guarde para mi muchos, muchísimos,
muchisisimos pedazos de historia del sur de la ciudad, sin saber que seria para
narrarlos después en mi querido blog.
Finalizo este
documento diciendo a ese pasado:
Gracias.
Fig. 1. Un recuerdo de lo que fue.