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lunes, 10 de octubre de 2016

EL BOSQUE

Esa última vez que fuimos al sur de la ciudad de México -al “sur” como sencillamente le llamo- además de hacer un día tan inolvidable... evoque viejos pasajes del pasado, había tanta historia de la ciudad, de la familia y mía propia, en cada una de sus muchísimas hectáreas de terreno, en cada metro de camino, en cada árbol, en cada cabaña, en cada rincón, en cada vera, en cada brecha, en cada cañada, en los muchos años -todos- que viví ahí.

De escribirse cada anécdota, cada experiencia, cada aventura, cada coincidencia o milagro ahí vivido, haría falta mas que un blog…

Entramos por el acceso principal, en esa área que antiguamente se llamaba “explanada de la niñez”, y en cuyo frente, hoy se yergue majestuosa la casa de la Cultura de Tlalpan.

Estuve contemplando una vez mas su monumental belleza, los finos trazos de su construcción  de la era porfiriana, muchos recuerdos llegaron de pronto, había sido increíble ver ese tremendo edificio, desmantelado en lo profundo de la parte del sur del bosque, mientras aun era niño; íbamos al bosque casi con cualquier pretexto: para hacer una fiesta de cumpleaños , para festejar un triunfo, para acordar un enlace, para pasear una tarde de Domingo, para esconderse o sencillamente para poder ver hacia adentro.

Las piezas de la fachada de la Casa de la Cultura, llegaron poco a poco al sur del bosque de Tlalpan, no fueron colocadas bajo resguardo, fueron prácticamente desechadas, olvidadadas a su suerte, muchas piezas fueron colocadas en las veras del "circuito de la montaña", las piezas mas grandes, en lo profundo del "bosque de los eucaliptos", algunas mas cerca del  nacimiento de la "cañada central". Por años, se encontraban estas piezas de una manera insospechada, se tropezaba con ellas, se les utilizaba a guisa de mesa para hacer los emparedados del día de campo; por años, me hicieron creer, que eran vestigios de una de las civilizaciones que sucumbieron al volcán Xitle; hasta que un día a mediados de los años ochenta, comenzaron a bajarlas a la "explanada de la niñez"; recuerdo haber visto que las limpiaron con arena a presión, se decía que al mítico arquitecto Don Pedro Ramírez Vázquez se le había encargado su reconstrucción. Para ese momento y mas aun para hoy en día, casi nadie sabia que en realidad, esas hermosas piezas labradas, habían sido parte del "Edificio de las Bombas" que estuvo en Tacubaya desde inicios del siglo veinte y que después de dejar de funcionar, fueron trasladadas sus piedras al recién inaugurado bosque de Tlalpan en los años setentas.

Pensé mucho en esa pequeña historia de lo que fue la Casa de las Bombas, mientras caminábamos por la Ruta de la Montaña, viviendo un día para la historia, mientras escuchábamos el canto de muchas aves, y buscábamos a los escurridizos gorritos del árbol de eucalipto.

En realidad, la casa de las bombas que creo el arquitecto Mario Pani, en la época porfiriana, solo aporto la fachada del Centro Cultural de Tlalpan, las demás piezas se dejaron arrumbadas todavía, en espera de ser redescubiertas, o quizá para seguir alimentando la imaginación de los niños que las ven a su paso; tal como hacia muchos años, cuando de niño pensé llevarme una pieza para un análisis arqueológico. Ese día ultimo que fuimos al Bosque, pensé en llevarme una pieza para mi colección de antigüedades, pero  tal como antes creí, esas piezas, solo pertenecían al Bosque y a la Historia.


Fig. 1. Últimos vestigios de la casa de las bombas en el circuito de la montaña.