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lunes, 18 de noviembre de 2013

UN TESORO INESPERADO . . .


Fue ese fin de semana de las supercompras en el país, cuando caminando por la city, el domingo se volvió manifiesto.
Había sido una mañana muy fría, ya típica de ese otoño; quizá una brisa y quizá muchos planes fallidos; la mañana con bruma, que habría de transformarse de pronto en un día asolador, casi enfermizo, con el aire enrarecido y maligno. Y caminando por esas calles de la ciudad despacio, sin prisa pues el día estaba aún empezando y sin meta pues no quería llegar a ningún lado; solo caminar; solo dejar pasar el tiempo mientras contaba el presente; mientras se veía cercano un porvenir que se había retrasado ya en llegar.
Luego son unas calles y luego muchas calles más y luego muchas horas más y luego un local en la calle con basura urbana anuncia el posible encuentro de algún tesoro. La búsqueda no es exhaustiva, el tesoro brilla por si solo; el vendedor, hábil, observador, casi psicoanalítico se da cuenta, propone un precio, un elevado precio que ya no se regatea, pues aun así es el apropiado para eso que él vende como basura y que para mí es un tesoro. Lo tomo con mucho cuidado, lo coloco en la mochila que ya es parte de mi indumentaria defindesemana; luego lo llevo a casa, lo lavo con delicadeza extrema, lo encero, y le doy un lugar en la galería que ya casi no lo tiene. Me voy a dormir, solo pienso en el encuentro de los últimos tesoros... por suerte.... quizá.
Fig 1. Parte de los tesoros en un rincon de la galería: los soldados Plastimarx,
La bomba de gasolina CIPSA, la Capsula Apollo, la Caja fuerte y el
triciclo de cuerda, entre otras cosas.