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jueves, 9 de agosto de 2012

LA TELEVISION Y LA MODA.... 2

Hace algunos días mientras buscaba un pastel bonito, fui a dar a una extraño lugar, mezcla de cafetería, pastelería, hostería y sala de exhibiciones de antigüedades y objetos vintage. La mayoría de las paredes, pilares y mostradores estaban atestados de objetos, algunos de ellos verdaderas joyas y algunos otros evidentes reproducciones falsas; había una serie de maquinas de coser y escribir Remington Rand, arcabuces del siglo XIX y rifles de inicios del siglo XX, lámparas de las minas de Mineral del Monte y Pachuca, un pebetero y una mesa capitular para poner veladoras en forma de corazón, un radio Maytag y un tocadiscos portátil Philips. Pregunte por el pastel y por los objetos; el pastel si lo vendían, los objetos no; el pastel era el negocio, los objetos eran propiedad del “SeñorDueño”, al menos eso me dijo la encargada del lugar, además añadió: la mayoría de ellos son como los que salen en la televisión. Pensé que se refería al programa de los  buscadores o al de los de la casa de empeño, o al de los subastadores, o al de los expertos datadores mexicanos; pensé en eso y recordé que hace semanas en la mismísima Lagunilla me ofrecieron una cajita musical en forma de consola; -al accionar el brazo de la aguja se acciona el mecanismo y comienza a escucharse la melodía, es el mismo que sale en discovery-, me dijo el vendedor; también recordé que cuando compre mi Robot de lamina japonés de los cincuenta, me lo ofrecieron como -el que salió en la tele-.
La tele puso de moda por estos días los objetos, no asi la pasión por ellos, la tele siempre ha estado de moda, pero en el corazón no se manda.
Me alienta saber que pese a todo, siempre habra quien quiera compartir una busqueda, un objeto, un tesoro; y que a pesar de ello pueda ver la tele y sus programas armados solo para lo que son: para divertirse.

SUPER 8.... (PARTE 2)

Son los años noventa, durante mis infinitas vacaciones de cuando salí de la secundaria. Luego de dos meses sin hacer nada, me decido a entrar a trabajar.  Y muy oportunamente, mi tío abre un negocio, al cual obvio, entro.
El negocio se fundamenta en un objeto, “una cámara de videograbaciones” que él ha adquirido con su liquidación que obtuvo luego de mil años de trabajar en la industria del cine. El concepto del negocio esta de moda por esos días: grabar eventos en cinta de video: bodas, quinceaños, cumpleaños, etc.
El día que el negocio abrió, nadie nos contrato para grabar algún evento, y así fue por varias semanas, pese a la abundante publicidad efectuada.
Durante esos dias “sin eventos para videograbar” nos dedicamos a “innovar” una técnica semejante al kinescopio televisivo, para “pasar” las viejas películas familiares que habían sido filmadas en cine de 8mm y super 8mm a “video”.
Pasamos cientos de cintas sin sonido -asi habían sido filmadas- les añadimos una banda sonora en la video, las editamos, les pusimos títulos, y etc, etc, etc.

Recordé esa muy lejana época, el día que en mi cuarto oscuro enrollaba una película de cine de 15 metros que estaba a punto de revelar.
Había sido por otro lado un camino largo también: desde el haber encontrado las cintas vírgenes, lograr cargarlas en la cámara de cine, reaprender a exponer material fotográfico, emplazar, mantener el equilibrio, encuadrar, etc.
Cuando al final tuve las primeras dos cintas expuestas, vino una historia larguísima, de meses quizá; de consultar con medio mundo, de buscar formulas químicas para preparar los baños necesarios para realizar el proceso de revelado; casi ninguna información se obtuvo, Los “viejos reales”, los que si habían usado el cine de 8 mm ya no se acordaban bien de casi nada, los usuarios de los foros de internet no habían vivido en realidad esa tecnología, aunque hablaban mucho de ella. Los técnicos que si sabían de cine, negaron saber cualquier cosa
En concreto había dos problemas, el primero: sobre la formulación de los baños, su preparación, su aplicación, el procedimiento, es decir el “como se hace”; de los únicos detalles que si había obtenido de los “viejos”, es que el revelado de cine de 8 mm se hacia a maquina, jamás a mano, de lo cual se desprendía que dado que no poseía yo esas maquinas, no lo haría de esa forma, sino “a mano”; tal como en el revelado a mano de película fotográfica en blanco y negro, técnica que aprendí en la academia: se entra al cuarto oscuro, se saca la cinta del magazine –el casquillo o cartucho metálico en donde esta la cinta-, se embobina en un carrete, se mete en el tanque de revelado y se continua entonces el procedimiento de revelado, con los baños adecuados, a las temperaturas indicadas, los tiempos necesarios, la agitación pertinente.
De ahí devenía el otro problema técnico para revelar mis cintas de cine: pues mientras el rollo de película fotográfica en blanco y negro –e incluso en color- es de 3 pies (3ft) -algo así como 1 metro - la película cinematográfica es de nada menos que “15 metros”. Entonces las dificultades del embobinado se multiplican exponencialmente, aclarando que el embobinado de la cinta de película fotográfica implica mucha práctica, un pequeño error al inicio puede ser imperceptible y conducir a dañar prácticamente todo el material irreversiblemente.
Otro día contare como se resolvió.